Oscar Wilde dijo que solo hay una cosa en el mundo peor que que hablen de ti, y es que no hablen de ti. Se adelantó unos cientos de años a nuestra realidad 2.0, donde nadie parece cuestionarse que lo importante es estar, siempre y sea como sea. Que hablen de mí, aunque sea mal.
Y esa precisamente parece la estrategia que algunos profesionales (principalmente televisivos) han decidido seguir para desarrollar su marca personal: ser borde, querer ser gracioso y que no te salga, perder la vergüenza (y hacérsela pasar a los demás), o… defender a ultranza que no solo las rubias son tontas.
Y es que uno de mis ejemplos favoritos, sin duda alguna, es Mariló Montero. Ella misma pedía hace unos días a los periodistas que no cambiaran de tema, porque le hacían “más marca”.
Confunde el Nilo con el Miño y Ducado con Duquesado; no sabe lo que significan las siglas Q.E.P.D ni qué suele haber dentro de un coche fúnebre; pretende prevenir el cáncer a fuerza de oler limones; y, mi favorita, saca su lado más metafísico al preguntarse si se transmite el alma en un trasplante de órganos (“¿Pasa algo por llevar el órgano dentro de ti de una persona que ha matado a otros?”).
En foto desde el enlace o en este video, no os perdáis algunos de los mejores momentos de Mariló.
¿El resultado? Veas o no La Mañana de La 1, seas o no público objetivo de su programa, sabes perfectamente quién es Mariló Montero y algún video te han colado seguro.
Los principales objetivos de las marcas (también las personales), son diferenciarte de la competencia, ser recordado por el consumidor (en este caso espectador) y elegido frente ante tus competidores.
Mariló Montero no solo acaba de renovar su contrato como presentadora del programa, sino que, además, esta temporada será también la subdirectora. Eso a pesar de que, por lo visto, su sustituta en la edición de verano ha recibo mejores críticas. ¿Pero tú sabes quién ha sido? Yo, hasta leer un poco para redactar este artículo, tampoco. (Pista: Es rubia, pero no se hace la tonta ni la mitad de bien.)
Y no puedo cerrar este artículo sin recordar al recién fallecido José María Ruiz-Mateos, empresario reconvertido en showman y uno de los precursores de esta corriente. Pueden (de hecho deben) cuestionarse muchísimas de sus prácticas, pero hay que reconocerle el mérito de haber creado un personaje (una marca personal en definitiva) que, a fuerza de extravagancias, nunca dejó indiferente a nadie.